El cambio climático está a la orden del día en la agenda empresarial. Desde hace ya unos años, hemos ido viendo cómo las grandes empresas han ido desarrollando e implementando estrategias de lucha contra el cambio climático, fijando objetivos para alcanzar el net zero, diseñando acciones para reducir sus emisiones…
Sin embargo, en la otra cara de la moneda del cambio climático se encuentra la naturaleza, esencial a tener en cuenta para poder conseguir los objetivos climáticos, pero tradicionalmente relegada a un segundo plano. Una de las principales causas de este papel secundario en el que se ha ubicado –hasta ahora– a la naturaleza es la falta de estándares, indicadores, marcos comunes de medición y herramientas de reporte, lo que dificulta mucho a las empresas la puesta en marcha de estrategias de protección de la naturaleza.
Lo primero es aclarar a qué hace referencia el término «naturaleza». Puede parecer que cuando hablamos de naturaleza, simplemente nos estemos refiriendo a la biodiversidad, sin embargo, el concepto es mucho más amplio ya que no solo engloba la biodiversidad (ecosistemas, especies y genes, es decir, los reinos vivos), sino también los reinos no vivos: océanos, suelos, agua dulce y atmósfera.
Pero, ¿por qué la naturaleza es más importante para las empresas de lo que parece? En primer lugar, las organizaciones dependen directamente de ella: una compañía que fabrica muebles depende de la madera de los bosques, una que produce bebidas y alimentos depende en gran medida del agua y de unos suelos sanos y una de energía depende de los recursos minerales y no minerales para realizar su actividad y para la construcción y operación de sus instalaciones.
La dependencia que tenga una empresa de la naturaleza variará mucho en función del sector y la industria de que se trate. Sin embargo, incluso en aquellas organizaciones donde estas dependencias no se ven de una manera tan clara –como puede ser una empresa de servicios–, también existen, aunque sea de una forma algo más indirecta, por ejemplo, a través de su cadena de suministro.
Al mismo tiempo que dependen de ella, las organizaciones impactan en la naturaleza y en los lugares en los que operan a través de –entre otros– la explotación, la contaminación, o el cambio de uso de la tierra.
Todo esto ha hecho necesario acelerar una respuesta por parte de los distintos agentes; según WWF, al ritmo en que consumimos recursos naturales en España en 2022, necesitaríamos casi tres planetas Tierra para satisfacer la demanda de estos recursos en el largo plazo. En este sentido, desde los gobiernos, se aprobó en diciembre de 2022 como resultado de la COP 15, el Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal, un hito histórico que tiene el propósito de transformar la relación de la sociedad con la biodiversidad. Por otra parte, desde el sector privado también se está aumentando la ambición y se está trabajando para alcanzar el objetivo global de llegar a ser «Nature Positive», que implica detener la pérdida de naturaleza para 2030 y recuperar su totalidad para 2050.
Todo esto saca a relucir el papel tan importante que tienen las empresas en la protección de la naturaleza y la relevancia de que la integren en sus estrategias. Este proceso de integración es complejo, pero puede resumirse y estructurarse en seis pasos que guiarán a la empresa en este camino.
- El primer paso consiste en evaluar la relación entre las actividades de la empresa y su cadena de valor, con la naturaleza. Es decir, en función del sector y las características específicas de la actividad, plantearse cuestiones como: ¿en qué medida depende la organización de la naturaleza? ¿Están impactando las operaciones en ella? ¿Pueden estos impactos y dependencias acabar afectando a la rentabilidad de la organización o la de los grupos de interés? Una vez se tiene clara «la foto», la empresa debe priorizar cuales son las operaciones y localizaciones más importantes sobre las que debe actuar.
- Puesto que lo que no se mide, no se controla, y lo que no se controla, no se puede mejorar, el segundo paso de esta hoja de ruta consiste en medir y valorar. Es decir, cuantificar –dando un valor numérico– a través de indicadores los impactos y dependencias de los que se hablaba más arriba.
- El tercer paso consiste en fijar objetivos. Unos que sean específicos, medibles, realistas y temporales, acompañados de una hoja de ruta para cumplirlos.
- Una vez la empresa se ha marcado unos objetivos claros, es el momento de pasar a la acción y de empezar a implementar distintas acciones para evitar o reducir los impactos de la empresa sobre la naturaleza. O, en caso de que estos impactos ya se hayan producido y no haya vuelta atrás, llevar a cabo acciones de restauración y regeneración.
- A lo largo del proceso para integrar la naturaleza en la estrategia empresarial es importante ir echando la vista atrás e ir haciendo una revisión y monitorización del proceso, observando y evaluando regularmente si los objetivos fijados en un primer momento se van cumpliendo, y haciendo los reajustes necesarios en su caso.
- Por último, divulgar y reportar información de manera transparente sobre cómo está actuando la empresa para proteger la naturaleza y que acciones está llevando a cabo es fundamental, ya que permite a los usuarios externos conocer cómo está actuando la organización, sirviendo de apoyo en la toma de decisiones.
Conocemos la importancia vital que tiene la naturaleza en nuestras vidas y conocemos el camino para empezar a integrarla en la estrategia empresarial, entonces, ¿a qué esperamos para actuar?
Artículo originalmente publicado en Ethic: https://ethic.es/2023/04/el-momento-de-la-naturaleza/
Author
-
Project Manager de Forética y Responsable de la iniciativa Nature Business Ambition de Forética
Ver todas las entradas