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Responsible artificial intelligence for a sustainable future, an inescapable pact

Por Lucía Velasco
Miembro de Global Partnership on Artificial Intelligence

Es imperativo que fomentemos una gobernanza democrática de los sistemas de Inteligencia Artificial, estableciendo puentes de diálogo entre gobiernos, empresas y la sociedad

Como en las viejas novelas de Asimov, la inteligencia artificial, un día tema central de distopías, se ha vuelto omnipresente. Ha salido de las páginas de ciencia ficción para integrarse en nuestra intimidad, en nuestro día a día, susurrándonos desde asistentes virtuales, teléfonos inteligentes, o coches autónomos. Pero todo gran poder requiere gran responsabilidad. Hoy, la historia se reescribe bajo el influjo de algoritmos. Este nuevo mundo, moldeado por lo artificial, demanda un compromiso férreo con valores democráticos y los derechos humanos. Estamos en ese instante efímero, ese suspiro del tiempo en el que las decisiones que tomamos marcarán la senda que recorrerán las generaciones venideras. Sería prudente tomar nota de las sombras que ya proyecta nuestro fallido pacto con el clima.

En paralelo, hemos sido testigos y cómplices de un profundo cambio hacia una sostenibilidad más humana, más comprometida. Los criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza corporativa) surgieron como un faro, guiando a las empresas y a los grupos de interés hacia prácticas que defendían no sólo la prosperidad económica, sino también el cuidado del planeta y la equidad social. Estos valores, antes considerados utópicos, son ahora pilares en la toma de decisiones empresariales. Son testimonio de una constatación más amplia: el futuro al que aspiramos requiere un equilibrio armonioso entre el avance tecnológico y el desarrollo sostenible.

El diálogo entre la inteligencia artificial y la sostenibilidad dibuja el horizonte de nuestros próximos debates. Este encuentro, lejos de ser fortuito, plantea un desafío mayúsculo en una realidad vertiginosa. Necesitamos soluciones consensuadas, que respeten principios éticos, que consideren la dimensión humana y que velen por la preservación de nuestro hogar común. Porque, al fin y al cabo, la tecnología debería ser un espejo en el que nos reconozcamos, no una barrera que nos aliena. Bien orientada tiene el potencial de mitigar desigualdades, acelerar la transición ecológica y mejorar la calidad de nuestras instituciones. Aprovechar esta oportunidad exige compromiso y liderazgo. La ciudadanía, descreída, esta vez reclama avances tangibles, no buenas intenciones.

La ambivalencia de la inteligencia artificial nos coloca en una encrucijada: por un lado, ofrece un abanico de posibilidades para mejorar la vida; por otro, está llena de riesgos latentes. Su potencial es inmenso, pero debe ser canalizado hacia el bienestar de todos y la protección del medio ambiente. Es imperativo que fomentemos una gobernanza democrática de estos sistemas, estableciendo puentes de diálogo entre gobiernos, empresas y la sociedad. Por ello no podemos obviar las sombras que esta nueva realidad proyecta.

La huella ecológica de la inteligencia artificial, su voracidad energética y su eterna sed; el papel de los centros de datos en la nueva geografía de los países nos enfrenta a desafíos éticos y medioambientales. Es necesario promover una tecnología sostenible, que reduzca su impacto y que esté al servicio del bien común. Asimismo, los sesgos en la inteligencia artificial son un reflejo de nuestras propias contradicciones. Si no somos cuidadosos, corremos el riesgo de perpetuar las injusticias del pasado. Es vital examinar críticamente los datos, detectar y corregir sesgos, y abogar por una inteligencia artificial justa y equitativa. Para ello hará falta desarrollar las auditorías algorítmicas al mismo nivel que se desarrollaron las verificaciones de la información de sostenibilidad.

Las inmensas necesidades de datos de la IA también suscitan preocupaciones acuciantes en relación con la privacidad y la seguridad, especialmente para aquellas personas vulnerables o con menor alfabetización digital. Proteger la información sensible al tiempo que se fomenta la innovación requiere un delicado equilibrio, un marco sólido para la protección de datos y un compromiso firme con las prácticas éticas en materia de datos.

La transparencia es una exigencia ineludible. Los algoritmos no deben ser cajas negras incomprensibles, sino herramientas cuyo funcionamiento pueda ser comprendido y cuestionado por la sociedad. En esta tarea, la colaboración y el compromiso ético son urgentes. Es un camino ya recorrido en la rendición de cuentas corporativa.

Al abordar estos retos, también nos encontramos con la cuestión de la gobernanza. El rápido ritmo de la innovación ha superado los marcos normativos existentes, creando una brecha de gobernanza que debe abordarse con urgencia. Elaborar normativas anticipatorias y ágiles, fomentar la colaboración entre los gobiernos, la industria y la sociedad civil y garantizar un desarrollo responsable de la IA es un delicado acto de equilibrismo, pero es algo que debemos emprender.

La colaboración es, de hecho, la base de este zeitgeist. Los gobiernos, las empresas, la sociedad civil, todos deben unirse para alinear la IA y el desarrollo sostenible. La necesidad de una Inteligencia Artificial Responsable nunca ha sido más clara. El futuro al que aspiramos -un futuro de prosperidad sostenible, equidad y resiliencia- está a nuestro alcance. El viaje hacia la responsabilidad artificial en la era de la sostenibilidad es, sin duda, un reto, pero también un viaje que encierra la promesa de un mundo mejor y más equitativo. El momento de actuar es ahora. Se trata de una oportunidad que no podemos desaprovechar. Confío en que sabremos estar a la altura.

Lucía Velasco, miembro de Global Partnership on AI

Economista especializada en el impacto social de la tecnología. Autora del libro ¿Te va a sustituir un algoritmo? (Turner) y miembro del Comité de Dirección del Global Partnership on AI (GPAI) creado por el G7. Fellow de la Escuela de Gobernanza Transnacional del Instituto Europeo de Florencia y experta independiente para la Comisión Europea. Escribe habitualmente en distintos medios de comunicación.