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Un plan de negocio hacia 2030

La agenda diseñada por la ONU ofrece riesgos para las empresas, pero también oportunidades.

Jano es, según la mitología romana, el dios de los comienzos, las transiciones y los finales. Por esta razón se le representa con dos caras mirando en direcciones opuestas, una al pasado y otra al futuro. Esa doble mirada es la que acaba de presentar España en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, junto a otros 46 países, en el denominado Examen Voluntario Nacional (ENV) respecto a la Agenda 2030. Dicha agenda se define como un plan de acción mundial a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, basado en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que tiene por objeto asegurar el progreso social y económico sostenible en todo el mundo.

La mirada al futuro presenta, por otro lado, un Plan de Acción para la Implementación de la Agenda 2030. Dicho plan, según el nuevo Gobierno de España, “impulsará de forma inmediata nuevas políticas, medidas, gobernanza y métodos de trabajo y conducirá, como uno de sus principales resultados, a la adopción de una Estrategia de Desarrollo Sostenible 2020-2030”. Además, identifica áreas clave donde será preciso formular políticas: la igualdad; la lucha contra la pobreza y la exclusión social; el cambio climático y la transición ecológica de la economía; la política sostenible de agua; el desarrollo rural territorial; la I+D+i; la potenciación del diálogo social; o el papel de la empresa en el respeto y promoción de los derechos humanos.

¿Qué impacto tendrá la Agenda 2030 en las empresas? En primer lugar, como cualquier transición supondrá riesgos. Riesgos por la falta de adaptación al incremento de regulación en aspectos vinculados a la transparencia, la reducción de gases de efecto invernadero o de medidas de promoción de la igualdad y eliminación de la discriminación, entre otros. Además, junto a la regulación, la mayor presión tanto de inversores como de consumidores más conscientes, con demandas más exigentes en prácticas sostenibles y responsables de las empresas, profundizará, lo está haciendo ya en gran medida, en ese cambio de modelo.

En segundo lugar, como cualquier transición, supondrá oportunidades para el sector privado que, según la Business & Sustainable Development Commission, se estiman en 12 billones de dólares en oportunidades de mercado especialmente en cuatro áreas: agricultura y alimentación, ciudades, energía y materiales y salud y bienestar.

Por último, la Agenda 2030 significará la comprensión definitiva del papel que juegan las empresas como actor en el desarrollo sostenible. No es fácil para las empresas establecer estrategias, cambiar modelos de negocio o comprometerse con inversiones a largo plazo si no hay una estabilidad en la dirección política que se quiere tomar. Ante esta ausencia, empresas líderes están identificando un propósito claro en la respuesta a los retos de la sostenibilidad. Un nuevo contrato social que las alinea con los intereses y demandas de los ciudadanos. Un propósito, en definitiva, en el que ven reflejadas las dos caras de la misma moneda: ser sostenible significa ser competitivo.

A Jano, Saturno le dio el poder de ver el futuro y el pasado al mismo tiempo y así tomar decisiones sabias y justas. Los mortales no tenemos ese privilegio, pero sí esperamos que, en el compromiso con la sostenibilidad, los líderes políticos y empresariales encuentren una dirección acertada. Si es posible antes de 2030.

Tribuna publicada el día 25 de julio de 2018 en Cinco Días, consulta aquí.

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