El pasado 16 de marzo hemos tenido el placer de participar en una sesión organizada por el Instituto de Estudios Bursátiles en torno al futuro de la transparencia en materia climática y el impacto del calentamiento global como una fuente de riesgo sistémico. Estamos muy orgullosos de colaborar con IEB – socio de Forética – en poner en marcha un programa formativo sin precedentes, Finanzas para la Sostenibilidad y el Cambio Climático. Me gustaría trasladar en este post algunas de nuestras principales ideas en la sesión, en torno al rol del sistema financiero, como actor principal en esta transición a una economía baja en carbono.
El sistema financiero en primera línea de batalla
El Task Force del Financial Stability Board (TFCFD), destaca tres agentes fundamentales de cara a la prevención de un riesgo sistémico provocado por la transición climática. Los inversores, que pueden experimentar turbulencias de vértigo a medida que los mercados vayan incorporando el precio del riesgo climático a sus modelos de valoración. Las entidades de crédito que, como financiadores de la economía, van acumulando silenciosamente pasivos climáticos en sus balances, lo que puede potencialmente comprometer su solvencia. Las entidades aseguradoras que aseguran y re-aseguran contingencias que pueden verse significativamente afectadas por eventos climáticos. Para tratar de prevenir estos riesgos, es necesario cuantificar y gestionar el riesgo climático.
Transparencia y calidad de la información, la clave para una adecuada medición del riesgo
Los emisores de activos y, yendo más allá, cualquier compañía pública o privada, debe generar una mayor información en torno a su exposición respecto al cambio climático, tanto los riesgos como las oportunidades derivados del mismo. Éste es el objetivo del TFCFD. Para ello propone un conjunto de recomendaciones de cara al reporte de estos aspectos. Estas recomendaciones reconocen la validez de estándares de reporte pre-existentes, como CDP, GRI, IIR o SASB, pero al mismo tiempo, propone una mayor homogeneización de la información como la verdadera clave de éxito. En este sentido, nos presenta un modelo de estructura de contenidos y de elementos de reporte, diferenciando a sectores generalistas de aquellos particularmente expuestos. Concretamente el sector financiero (Bancos, Gestores de Activos, Propietarios de activos y Aseguradoras) y sectores industriales críticos (Energía, Transporte, Materiales de Construcción y Edificios, Agricultura, etc.) tienen un tratamiento especial dentro de esta guía.
El precio al carbono, una prioridad
Uno de los principales objetivos para prevenir una crisis global en el sistema financiero es poder contar con un precio al carbono global que incorpore los costes y riesgos asociados al cambio climático. Argumentamos en la sesión que, desde un punto de vista técnico-financiero, el riesgo climático es un riesgo no diversificable. Este tipo de riesgos no se valoran en función de su valor medio esperado probabilístico (el valor promedio del daño ajustado por la probabilidad de cada uno de los escenarios posibles), sino que se les aplica una prima de riesgo. Esto no es nada raro en los mercados. Por ejemplo, la bosa se valora con una prima de riesgo por encima del tipo de interés libre de riesgo precisamente porque el riesgo del conjunto del mercado no es diversificable. ¿Qué quiere decir esto? Que, siendo financieramente ortodoxos, el precio del carbono además de su impacto potencial debería recoger el grado de aversión al riesgo de la sociedad con respecto al cambio climático. ¿Cuál es el problema? El problema es que cuanto más tiempo tardemos en crear un precio global mayor será la aversión al riesgo. Esto es así, porque a medida que nos vamos adentrando más en la transición climática, los impactos son cada vez más palpables y nuestra percepción de este riesgo se incrementa. La irrupción repentina de un precio de carbono, en un contexto de alta aversión al riesgo, puede efectivamente generar un coste desorbitado que podría originar crisis sistémica.
¿Cuánto debería pagar por un IPAD si internalizara el precio del carbono?
Una forma de ilustrar este posible impacto en el sistema financiero es analizar cómo puede afectar el precio del carbono a productos cotidianos. De acuerdo con la web de Apple, un IPAD -Pro vale en el mercado 899€ y emite a lo largo de su vida útil 270Kg de CO2. ¿Cuánto debería pagar por él si incorporara el coste climático? Al precio actual del carbono en el sistema europeo de emisiones (5.14€/tonelada), el pasivo climático de cada IPAD sería de 1,4 euros por unidad. Pero este precio no es global, ni probablemente refleje el daño potencial del cambio climático. De acuerdo con la plataforma We Mean Business, los precios del carbono coherentes con un escenario de +2oC deberían ser superiores a los 80 dólares. Si utilizáramos, por ejemplo, un precio de 150€/ton, el precio el IPAD se encarecería en 40,5€. Pero miremos la foto global. Dado que Apple vende 45 millones de unidades al año, el pasivo total de esta línea de negocio alcanzaría los 2.000 millones de dólares al año. Pero, ¡el IPAD ni siquiera es el principal producto de la compañía! ¡Y Apple tampoco es la compañía más intensiva en carbono del planeta! Otros sectores de actividad tienen mayor impacto. Recordemos los sectores destacados por el TFCFD. Por eso, cuanto antes exista un precio global del carbono, menor será el riesgo de generar un colapso en el sistema financiero.
La asignación eficiente de capital
Otro factor importante, es que el precio del carbono nos ayuda a tomar decisiones de asignación de capital más eficientes. Transformar nuestras economías en bajas en carbono exige enormes despliegues de capital, y el capital busca retorno. Por eso proponíamos pasar del WACC al WACI. El WACC (Weighted Average Cost of Capital) es el coste medio ponderado del capital, es decir, el filtro por el que pasamos los proyectos de inversión en las empresas para valorar su viabilidad. Los proyectos cuyo retorno iguala o supera el WACC tienen luz verde. Los que no, se descartan. En la sesión planteamos la idea de enriquecer el WACC con el WACI (Weighted Average Carbon Intenstity), es decir, factorizar el coste de la huella de carbono. De esta manera podemos asignar el capital de manera consistente con esa transformación que requiere nuestro modelo productivo. ¿El problema? El problema es que para computar el WACI necesitamos un precio al carbono. De nuevo, cuanto antes lo tengamos mejor.
En resumen, la regulación en materia de transparencia climática no ha hecho más que empezar. El TFCFD plantea un horizonte de 5 años críticos para su implantación. Es un periodo de tiempo muy corto. Para que tenga éxito, el propio Task Force apela al liderazgo del G20 y del Financial Stability Board para impulsar su aplicación. Hoy por hoy hay demasiada incertidumbre política como para poder extraer conclusiones acerca del futuro de esta posible regulación. Pero tengamos en cuenta lo siguiente. El cambio climático puede generar una catástrofe masiva y perpetua. Que este es un riesgo no diversificable, salvo que pensemos cambiar de planeta a corto plazo. Para mitigarlo, necesitamos un precio al carbono que sea global, que refleje el coste del daño potencial del cambio climático y que recoja nuestro grado de aversión al riesgo. Cuanto antes lo tengamos, más barato será este precio y más gestionable será la transición a una economía baja en carbono. En definitiva, es hora de actuar.