Cuando hablamos de las causas del hambre en el mundo, generalmente mencionamos la crisis climática, la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, en los últimos años, los conflictos han emergido como el principal factor que impulsa el hambre a nivel global. La conexión entre conflicto y hambre es innegable y urgente, una realidad que debemos abordar con máxima prioridad.
Este año, en el Día Mundial de la Alimentación, en Acción contra el Hambre se ha puesto el foco en cómo el aumento de los conflictos ha agravado la crisis alimentaria. En 2023, se registraron 110 conflictos activos en todo el mundo, lo que está estrechamente relacionado con el empeoramiento del hambre global.
Las zonas de mayor hambre están, en su mayoría, en áreas afectadas por conflictos. Un ejemplo es la Franja de Gaza, donde más de 42.000 personas han muerto y casi 2 millones están en una crisis alimentaria sin precedentes. La desnutrición en los primeros años de vida tiene efectos irreversibles, tanto físicos como neurológicos, lo que motiva a Acción contra el Hambre a desarrollar programas de nutrición para niños menores de cinco años, madres embarazadas y lactantes.
El impacto de los conflictos va más allá de la violencia. La destrucción de tierras e infraestructuras críticas, como las de suministro de agua o energía, el desplazamiento forzado de la población o el colapso de la economía tienen una relación directa con el hambre y la desnutrición. Según datos de la Red Mundial contra las Crisis Alimentarias, en 2022, más del 85% de las personas que sufrían una falta grave de alimentos de forma continuada vivía en un país afectado por los conflictos y la inseguridad.
Conflicto y hambre no solo se retroalimentan, sino que son un ciclo perpetuo que acaba por cronificar las crisis humanitarias. La violencia despoja a la gente de su sustento, de su capacidad para trabajar la tierra, para pescar, para comerciar. El hambre, a su vez, desata más violencia: cuando la comida escasea, cuando los recursos se evaporan, surgen los enfrentamientos para controlarlos, para explotarlos, para sobrevivir. Y así, vuelta a empezar.
La mitad de los países donde opera Acción contra el Hambre están en conflicto
Aunque las condiciones en estos contextos son extraordinariamente complejas, Acción contra el Hambre continúa trabajando para prevenir catástrofes alimentarias, salvar vidas y garantizar las necesidades más básicas de las personas. En la actualidad, 28 de los 56 países en los que está presente la organización están en situación de conflicto.
En una emergencia humanitaria, el acceso a agua, alimentos y letrinas es esencial, pero también lo son la coordinación efectiva con actores locales e internacionales, la atención a la salud mental, la restauración de servicios esenciales y la recuperación de la autonomía de las familias a largo plazo.
Caminar de la mano con el sector privado para lograr el hambre cero
Lograr erradicar el hambre no solo requiere voluntad, sino también la implicación de gobiernos, comunidades y el sector privado, así como mayores recursos para las emergencias humanitarias. El sector privado tiene un papel clave en la promoción de soluciones innovadoras y sostenibles, y en la financiación para la seguridad alimentaria.
Acción contra el Hambre invita a las empresas a integrar el ODS 2, poner fin al hambre, en su ADN; y a hacerlo desde el primer eslabón de su cadena de suministro hasta el consumo de los bienes o servicios que comercializa.
Para poder abordar las crisis humanitarias de forma rápida y eficaz, Acción contra el Hambre ha creado un Fondo de Emergencias para Empresas. De este modo, puede movilizar los equipos y recursos necesarios desde el primer momento, garantizando la mejor respuesta en el mínimo tiempo posible.
Además, la colaboración empresarial fortalece la sostenibilidad y la reputación corporativa, apoyando a las personas en momentos críticos y promoviendo entornos más resilientes y estables. Las empresas también pueden diseñar proyectos a medida con Acción contra el Hambre, alineando sus acciones sociales o de I+D+i con la lucha contra el hambre, y canalizando la solidaridad de sus grupos de interés.
En resumen, la lucha contra el hambre, especialmente en zonas de conflicto, requiere un esfuerzo coordinado entre actores públicos y privados, con un enfoque sostenible que garantice soluciones a largo plazo.