Es necesario replantear las urbes pensando en sus impactos y en la calidad de vida de sus habitantes
Sequías en Ciudad del Cabo y Los Ángeles, gentrificación en Barcelona o Bilbao, tráfico y atascos incesantes en Bogotá, baja calidad del aire en las grandes ciudades de China, el hundimiento de Bangkok, problemas con la gestión de los residuos en la Ciudad de México… Estos son solo algunos de los importantes desafíos a los que se enfrentan hoy las urbes mundiales. Pero, ¿qué les está ocurriendo? y ¿por qué?
Las ciudades han sido históricamente los principales centros económicos, políticos, de educación y de innovación social a nivel global. Si a esto le sumamos el exponencial crecimiento poblacional que se espera para las próximas décadas –seremos 10.000 millones de personas para 2050 según los cálculos– es previsible también que buena parte de él, en torno al 70% para el mismo año, se ubique en las ciudades.
Pero esta expansión no es gratuita. Por un lado, este crecimiento poco ordenado hacia ‘megaciudades’, especialmente en continentes como África o Asia, está generando barrios marginales o suburbios en las afueras de eas poblaciones –se espera que asuman el 40% de este desarrollo urbano– en condiciones insalubres y que exacerban las desigualdades. Esto supone, desde luego, que los ámbitos rurales sean también grandes perjudicados.
Las ciudades, que se ven arrastradas por un modelo económico poco sostenible e intentan adecuarse a las necesidades de esa población creciente, impactan de forma brutal en su entorno: consumen tres cuartas partes de los recursos naturales a nivel mundial, demandan en torno al 80% de la energía y generan un 70% de las emisiones de CO2. Es decir, son los grandes gigantes del impacto ambiental.
No obstante, también se ven afectadas por los fenómenos que están ocurriendo a nivel global. Y ahí el cambio climático es el rey. Sus efectos se hacen sentir en esas urbes, haciéndolas más vulnerables: olas de calor, aumento del nivel del mar, problemas con la demanda de agua potable… Muchas ya están adaptándose al cambio climático y, desde Forética, hemos recopilado ejemplos nacionales e internacionales como parte del proyecto ‘Caja de herramientas de adaptación al cambio climático en ciudades’, desarrollado con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica.
En el año 2050 seremos 10.000 millones de personas. Un 70% vivirá en las ciudades
Para abordar todos estos desafíos desde una perspectiva holística, el punto de vista de la sostenibilidad es esencial. Los ‘Objetivos de Desarrollo Sostenible’, el marco global de trabajo en este ámbito, sirven de orientación para avanzar hacia unos entornos urbanos más seguros, inclusivos, resilientes y sostenibles. Pero, ¿cómo lograrlo?
De esta nueva forma de repensar las urbes se habló mucho en el Foro de las Ciudades ‘Diálogos Medellín’ (Colombia), en el que tuve el placer de participar. Y parece que las palancas de acción están claras.
Por un lado, con una buena planificación urbana, avanzando hacia ciudades más compactas, más resilientes y mejor conectadas (también a través de la tecnología), que faciliten las conexiones dentro y fuera de ellas. No debemos olvidar, tampoco, la importancia de renaturalizar las urbes, ya que las zonas verdes cumplen un rol fundamental tanto en materia de adaptación como de mejora de la calidad de vida de los habitantes, como se ha visto en lugares como Madrid o Portland.
El planeamiento urbano se relaciona directamente con la movilidad en la ciudad y, si le añadimos el adjetivo ‘sostenible’, este es uno de los ‘hot topics’ (tema candente) del momento. Capitales como La Paz, Addis Abeba o Amsterdam apuestan por ella a través del fomento de transporte público de calidad, de medios de transporte menos contaminantes (bicicleta o eléctricos principalmente) o de la restricción del uso del vehículo privado, entre muchas opciones disponibles.
Se comienza a hablar también del concepto de ‘ciudad circular’ (la aplicación de la economía circular en las ciudades). Este hace referencia a cómo las urbes deben aprovechar al máximo las materias y la energía que entra en ellas y reducir su impacto ambiental. De esta forma, la apuesta por la utilización de energías renovables, como en Reykjavik; la eficiencia energética –especialmente, en los edificios– que ya se aplica en Nueva York o Londres, o la gestión responsable del agua o los residuos, como en San Francisco, son buenos puntos de partida.
Pero, ¿cómo hacemos realidad estos cambios a nivel global? Solo estableciendo alianzas fuertes y duraderas entre las administraciones públicas a todos los niveles, el sector privado –cuyo poder transformador en la ciudad es incuestionable– y la sociedad civil, conseguiremos lograr las metas marcadas en las metrópolis a nivel mundial.
«Las ciudades son los lugares donde se ganará la batalla por el desarrollo sostenible, o se perderá si fracasamos», dijo ya en 2015 el exsecretario general adjunto de la ONU, Jan Eliasson. Y es que hay muchísimo en juego y grandes oportunidades a la vista. ¿Por qué no ponerse en marcha desde ya?
Este artículo fue publicado el 1 de septiembre en Diario Sur. Lo puedes ver aquí