Ética e Inteligencia Artificial: Principios para un Futuro Responsable
Por Joan Fontrodona
Profesor Ordinario de Ética Empresarial
Titular de la Cátedra CaixaBank de Sostenibilidad e Impacto Social del IESE Business School
La Inteligencia Artificial (IA) ha avanzado a pasos agigantados en las últimas décadas, transformando nuestra sociedad de maneras inimaginables. A medida que esta tecnología continúa evolucionando, se abren nuevos interrogantes sobre el propósito y uso de la IA que requieren una reflexión desde la ética.
La relación entre la técnica y la ética debe hacerse desde el respeto a la autonomía de cada una de ellas. Pero también desde la aceptación de que a la ética -en la medida en que se pregunta por las razones últimas de la acción humana- le corresponde una función directiva sobre el progreso técnico. Desde esta mutua relación, la ética ofrece algunos principios que pueden orientar el desarrollo y aplicación de la IA.
No todo lo que es técnicamente posible es éticamente aceptable
Este primer principio es un recordatorio esencial de que la mera capacidad técnica para crear algo no justifica su creación. La IA ha demostrado ser un campo fértil para la innovación, pero no todas las aplicaciones son éticas o beneficiosas. Por ejemplo, la creación de armas autónomas letales impulsadas por IA plantea preocupaciones éticas profundas. La autonomía de estas armas plantea cuestiones sobre quién es responsable en caso de un uso indebido o de accidentes. Se requiere de una reflexión ética y una regulación sólida para garantizar que no se desarrollen tecnologías que puedan causar daño o socavar los valores humanos fundamentales.
Pero no hace falta llegar a los ejemplos de la llamada IA fuerte. También en usos más habituales -la llamada IA débil- se requiere un debate desde categorías éticas para justificar su desarrollo. Por ejemplo, la recopilación y uso de datos -un tema de gran relevancia en la actualidad- debe ser transparente y respetar la privacidad de las personas.
Lo mismo puede decirse del uso de la IA para ampliar la vigilancia y el seguimiento de las personas, que puede entrar en colisión con la libertad y el derecho a la privacidad de las personas. En definitiva, los desarrollos tecnológicos no deben comprometer nuestros derechos fundamentales.
La técnica es un medio; el fin es la excelencia humana y el desarrollo de la sociedad
La Inteligencia Artificial debe ser entendida como una herramienta para mejorar la condición humana y el progreso de la sociedad en lugar de un fin en sí misma. En un documento de un grupo de trabajo de la Unión Europea para desarrollar una IA confiable se propugnaba el “enfoque centrado en las personas” como clave interpretativa de todos los desarrollos de la IA.
Un ejemplo de cómo este principio puede ser aplicado en la IA es en el ámbito de la asistencia médica. Los sistemas de IA pueden ser utilizados para mejorar el diagnóstico y tratamiento de enfermedades, pero es más cuestionable que reemplacen la atención médica personal y la empatía de los profesionales de la salud. La tecnología puede ser una aliada valiosa, pero no debe sacrificar la calidad de la atención médica ni reducir a las personas a meros números o datos.
Pensemos también en el ámbito de la educación. La IA puede ser una herramienta de apoyo valiosa, pero no debe convertirse en el único medio de aprendizaje ni reemplazar la experiencia educativa personal. La excelencia humana en la educación implica la interacción con maestros y compañeros, el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, y la promoción del pensamiento crítico y la creatividad, que difícilmente podrán ser sustituidos por la IA.
La técnica debe usarse siempre a favor de la naturaleza de las cosas, nunca en contra
Este tercer principio destaca la importancia de respetar y trabajar en armonía con la naturaleza y las leyes fundamentales que rigen el mundo que nos rodea. En el contexto de la IA, esto significa que debemos utilizar la tecnología de una manera que no socave la integridad de la naturaleza ni viole principios éticos fundamentales.
La IA nos puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas, en particular de aquellas que sufren algún tipo de discapacidad. La IA ha demostrado ser una herramienta valiosa para la accesibilidad, permitiendo a las personas con discapacidades superar barreras y participar plenamente en la sociedad, desde sistemas de reconocimiento de voz para personas con discapacidad visual hasta exoesqueletos motorizados que ayudan a restaurar la movilidad. Sin embargo, cuando se trata de manipular las capacidades cognitivas del ser humano y su identidad, como pretende el transhumanismo, se plantean dudas sobre la legitimidad de estos intentos. Mientras que la mejora de la calidad de vida es un objetivo loable, la manipulación extrema plantea serias preocupaciones éticas y debe abordarse con precaución y un profundo respeto por la naturaleza de las cosas y la dignidad humana.
También se plantean cuestiones sobre el impacto ambiental de la IA. A medida que la demanda de potencia de cálculo aumenta con el desarrollo de modelos de IA más grandes y complejos, es importante abordar las implicaciones ambientales de la creciente demanda de energía. La búsqueda de la excelencia humana y el desarrollo de la sociedad deben ir de la mano con la sostenibilidad y la protección del medio ambiente. La adopción de fuentes de energía renovable y la eficiencia energética en la infraestructura de la IA son aspectos fundamentales para cumplir con este principio.
Precaución ante avances sin retorno
El avance tecnológico, especialmente en el campo de la IA, está adquiriendo una velocidad vertiginosa. Este ritmo acelerado puede ser emocionante, pero también plantea desafíos éticos significativos. Cuando avanzamos por un camino tecnológico, a menudo no hay vuelta atrás. Por eso la precaución y la reflexión ética son esenciales.
El principio de precaución es un recordatorio crucial de que debemos considerar cuidadosamente las consecuencias de nuestras acciones en el desarrollo de la IA. Una vez que se implementa una tecnología, puede ser difícil o incluso imposible deshacer lo que se ha hecho. Por lo tanto, debemos aplicar una cuidadosa consideración ética antes de avanzar en áreas de la IA que puedan tener un impacto significativo en la sociedad, la privacidad, el crecimiento personal, el medio ambiente y otros aspectos fundamentales de la vida humana
Joan Fontrodona, Profesor Ordinario de Ética Empresarial y Titular de la Cátedra CaixaBank de Sostenibilidad e Impacto Social del IESE Business School
Joan Fontrodona es Profesor Ordinario y Director del Departamento de Ética Empresarial de IESE Business School – Universidad de Navarra. Es el Titular de la Cátedra CaixaBank de Sostenibilidad e Imapcto Social, y Director del Center for Business in Society del IESE. Doctor en Filosofía y Master en Dirección de Empresas. Es miembro del Board de ABIS (The Academy of Busines and Society) y del Comité Ejecutivo de la Red Española del Pacto Mundial de Naciones Unidas.