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Por una Inteligencia Artificial inclusiva

Por Alberto Durán
Vicepresidente primero del Grupo Social ONCE

La Inteligencia Artificial debe suponer un elemento de inclusión eficaz y ético, y no ser un bastión de la exclusión

La Inteligencia Artificial (IA) está llamada a cambiar el modo en que organizaciones y personas obtenemos e intercambiamos información, nos relacionamos, producimos, consumimos o creamos. Estamos viendo ya algunas de las manifestaciones derivadas de esta transformación, e iremos siendo cada vez más conscientes de su alcance e impacto.

Como ha ocurrido con cada avance realmente notable producido a lo largo de la historia, la irrupción de la IA genera desconfianzas, y no está exenta de controversias, podríamos  decir, sin miedo a equivocarnos, que viene acompañada de luces y también de sombras.

Entre las luces, las oportunidades, parece claro que la IA nos va a permitir, incrementar las capacidades predictivas e imprimir velocidad y agilidad al modo en que hacemos las cosas, en las empresas y en nuestro día a día. Esto va a mejorar la productividad de muchas organizaciones y también a nivel global, lo cual no es desdeñable. Entre las sombras, los riesgos, tenemos los dilemas éticos o los sesgos, escondidos en los algoritmos, que la IA puede contribuir a perpetuar. Relacionado con esto último, la regulación de la IA, su gobernanza y la definición y uso de marcos éticos que encuadren su uso, emergen como algunos de los retos principales. 

IA y Sostenibilidad

Desde la perspectiva de la Sostenibilidad, el uso de la IA nos puede ayudar a acelerar las actuaciones necesarias para alcanzar los objetivos que nos hemos marcado como sociedad, destacando la Agenda 2030 y los ODS. Por ejemplo, se espera que contribuya a mejorar la gestión de datos de Sostenibilidad y ESG (más y mejores datos, y procesos de obtención más eficientes), lo cual es fundamental para medir y gestionar el impacto social y ambiental de las organizaciones, y controlar mejor los riesgos ESG y reputacionales en toda la cadena de valor. Además, una mejora en estos términos tendrá efectos en el crecimiento de las inversiones y en las finanzas sostenibles, aquellas que integran la consideración de factores ESG, y que deben potenciarse para avanzar con paso firme hacia un futuro más sostenible.

No podemos dejar de lado, sin embargo, el impacto ambiental directo asociado al  consumo energético necesario para entrenar” y usar la Inteligencia Artificial. Sin ánimo de profundizar en este asunto, me parece imprescindible mencionarlo como aspecto relevante en la conversación sobre IA y Sostenibilidad.

Sí quiero poner el foco en el hecho de que la tecnología -también la IA- debe estar al servicio de las personas. Desde las organizaciones debemos analizar qué impacto tendrá la IA en nuestros empleados/as (¿producirá un crecimiento o disminución neta de la plantilla?), en los clientes, en los usuarios y/o beneficiarios, en los proveedores, en las comunidades en las que operamos, y tambien en los colectivos vulnerables. Y reflexionar sobre lo qué podemos hacer para mitigar los impactos negativos y potenciar los positivos de nuestras acciones. Hay que subrayar la centralidad de la “S” de los aspectos ESG, también en nuestra aproximación al uso de esta nueva herramienta,

Riesgos y oportunidades para la inclusión de las personas con discapacidad

Un uso ético y responsable de la Inteligencia Artificial, nos puede ayudar a cumplir nuestro propósito, que en el caso del Grupo Social ONCE consiste en lograr la igualdad de oportunidades y la normalización de la vida de las personas con ciegas y con otras discapacidades.

Desde el punto de vista de su aplicación, gracias a la IA se puede potenciar la innovación y mejorar la accesibilidad en un sentido amplio para las personas con discapacidad. Por ejemplo desarrollando sistemas que permitan interactuar con dispositivos y tecnologías y hacerlo de forma más efectiva, lo que sin duda puede mejorar la vida de las personas con discapacidad en ámbitos tales como el acceso al empleo, la prestación de servicios sociales, la accesibilidad al puesto de trabajo, la educación, la formación y el aprendizaje, la salud, los desplazamientos, o el acceso al ocio, entre otros.

Pero para ello debemos garantizar que esta nueva tecnología, al igual que otras, puedan ser usadas por todas las personas, es decir, que sea accesible. Un reciente informe del Real Patronato sobre Discapacidad revela, tras encuestar a 864 personas con discapacidad (una muestra representativa por tipo de discapacidad, género y edad) que, si bien el 99,8% conoce productos o “gadgets” dotados de Inteligencia Artificial, solo el 12,3% los usa, sin duda las barreras de todo tipo pueden estar detrás de estos datos.

Así mismo, dado que la falta de disponibilidad de datos y estadísticas desagregadas sobre la realidad de las personas con discapacidad es un problema de base para las organizaciones de la discapacidad, así como para los poderes públicos, el hecho de que la IA se asiente en el procesamiento de datos e información a gran escala, puede implicar una menor representación -y por tanto una nueva discriminación- de las personas con discapacidad en las decisiones y actuaciones basadas en el uso de la IA. Y se estaremos ante un círculo vicioso: en la medida en que las tecnologías basadas en IA no trabajen sobre fuentes en donde se recoja adecuadamente la realidad de las personas con discapacidad, y su uso no resulte accesible, no se podrán recoger nuevos datos para el entrenamiento de algoritmos y sistemas y la discapacidad se verá una vez mas excluida.

Los derechos de las personas con discapacidad y otros colectivos vulnerables no pueden encontrar por tanto en la IA un obstáculo adicional para ser derechos efectivos. La Inteligencia Artificial debe suponer un elemento de inclusión eficaz y ético, y no ser un bastión de la exclusión. Y este asunto debe formar parte de la agenda de Sostenibilidad de los poderes públicos, empresas y organizaciones, dentro de su dimensión social, y una actuación enmarcada en la justicia, la equidad y en al principio de no dejar a nadie atrás.

Desde el Grupo Social ONCE agradecemos sinceramente a Forética y a Microsoft la creación e impulso de este espacio de reflexión en torno a la IA, porque es eso precisamente lo que ahora nos debe ocupar, la reflexión, la puesta en común, el diseño inclusivo, el intercambio de ideas, puntos de vista y conocimiento en relación con este nuevo motor de transformación economica y social.

Alberto Durán, vicepresidente primero del Grupo Social ONCE

Nació en El Ferrol (La Coruña) en 1969. Licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra (Pamplona, 1994), Máster en Economía y Dirección de Empresas por el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE 1996, Barcelona); Programa de Alta Dirección de empresas por IESE (PADE 2008 Madrid) y Experto en Defensa Nacional por el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN XXXII promoción).

Actualmente es Vicepresidente Primero de Coordinación Institucional, Solidaridad y Relaciones Externas del Consejo General de la ONCE, Vicepresidente Ejecutivo de Fundación ONCE, Vicepresidente de ILUNION (Grupo de empresas sociales de la ONCE) y Presidente de la Fundación ONCE para América Latina (FOAL).

Es también Vicepresidente 1º de la Asociación Española de Fundaciones, Secretario General del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) y Vicepresidente Primero del Comité Paralímpico Español.

Ha sido Presidente del Club Excelencia en Gestión, Presidente de Forética y miembro del Grupo de Expertos de Responsabilidad Social de la Comisión Europea.