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Sobre cómo la Inteligencia Artificial puede ayudar a los derechos humanos

Por Senén Ferreiro, Socio y Presidente Ejecutivo de Valora Consultores

Imagine que compra un producto y descubre que la compañía que lo produce no paga un salario justo a sus trabajadores. O que sufren discriminación. Imagine también que pudiera comparar otros productos en base a esta información. Es muy probable que su decisión de compra se viera modificada.

Como profesionales de la sostenibilidad, si hay una característica verdaderamente disruptiva de la Inteligencia Artificial (IA), es que nos genera grandes expectativas para resolver retos complejos con los que llevamos años tratando de resolver. Su velocidad vertiginosa de aplicación y su capacidad de obtener resultados de forma sencilla y más o menos efectiva, nos habilita nuevas opciones para temas que nos parecían casi imposible de acometer por dificultad y precio. A estas alturas tenemos claro que la inteligencia artificial va a movilizar miles de millones en los próximos años, alcanzando los USD 1,345.2 mil millones para 2030, pero ¿cuántos de ellos darán respuesta directa a los retos en sostenibilidad que tienen actualmente las empresas sobre la mesa? (1)

Tras muchas dificultades, el pasado 15 de marzo, el Consejo de la Unión Europea aprobó la Directiva de Diligencia Debida en Sostenibilidad Corporativa («CS3D») introduciendo obligaciones de diligencia debida y gobernanza que tendrán un amplio impacto en la gestión de la cadena de suministro en materia de derechos humanos y medioambiente para las empresas de la UE y en las empresas no europeas que operan en Europa. El siguiente paso para su entrada en vigor es la adopción final por parte del Parlamento Europeo, que se votará en abril. (2)

Un ejemplo cercano de los retos a los que nos enfrentamos lo encontramos en el sector textil. En los últimos años, gigantes asiáticos han entrado con una fuerza arrolladora en el mercado europeo gracias a unos precios bajísimos que han conquistado a muchos consumidores atraídos por precio y variedad. Prendas a precios irrisorios que, sin embargo, contienen poca información adicional sobre la calidad del producto o las condiciones en las que han sido elaboradas. Un éxito de ventas que está en contraposición directa con una de las banderas que con más ahínco había abrazado la generación Z, ferviente defensora de las marcas con un propósito social. (3)

En este entorno de fuerzas opuestas, ¿cómo podemos utilizar tecnologías como la IA generativa? La realidad es que actualmente es complicado tomar decisiones informadas por la falta de datos veraces, simétricos y en tiempo real. El tratamiento de los derechos humanos en las cadenas de producción es uno de estos “vacíos” de información. El abuso de los derechos humanos fundamentales, sobre todo en sectores de alto riesgo –que son, coincidentemente, los de mayor consumo cotidiano— como lo son el textil, el tecnológico o el agroalimentario, por mencionar algunos, es una cuestión que, sin duda, remueve nuestras conciencias pero que aún no tenemos incorporada en nuestros patrones de consumo, simple y llanamente porque no contamos con la información necesaria para ello.

Sin duda, más allá de la definición e implantación de los controles necesarios para la no vulneración de los derechos humanos, el mero hecho de producir y trasparentar los datos relativos a su custodia supondría un sobre coste significativo, que quizá los consumidores no están dispuestos a pagar, a pesar de que hasta el 73% pagaría un sobreprecio por artículos que sean “sostenibles”. (4)

Es en este proceso, donde la IA generativa puede jugar un papel determinante. En línea con el creciente avance normativo en la Unión Europea, como un primer paso hacia la creación de un marco regulatorio alrededor de la IA, el Consejo y el Parlamento Europeo alcanzaron un acuerdo provisional aprobando el primer Reglamento de Inteligencia Artificial que tiene su origen en la propuesta de la Comisión Europea del 2021. No se tiene claro aún el alcance de este Reglamento, pero sus objetivos principales son impulsar la innovación, y mejorar el funcionamiento del mercado interior, promoviendo la adopción de la IA centrada en el ser humano y garantizando un alto nivel de protección de la salud, la seguridad, los derechos humanos fundamentales y la protección del medio ambiente contra los efectos nocivos de los sistemas de la IA.

¿Y si a través de IA generativa pudiésemos modelizar y realizar aproximaciones sobre las prácticas laborales de las compañías y sus cadenas de valor? ¿Y si pudiésemos identificar como consumidores eventos de riesgo a través del análisis de tendencias y datos históricos permitiendo a las empresas tomar medidas preventivas? ¿Y si contásemos con etiquetas digitales (que se crean de forma generativa) con detalles sobre el origen y las condiciones de fabricación de los productos?

Las consecuencias en el mercado de un avance así pueden ser enormes. Imagine que va a comprar un producto y descubre que la compañía que lo produce no respeta los derechos laborales de sus trabajadores, no les paga un salario justo o sufren discriminación de cualquier tipo. Imagine que pudiera comparar el resto de los productos y elegir en base a esta información. Es muy probable que su decisión de compra se viera modificada.

En Valora nos imaginamos una aplicación, algo así como un “Human Rights Check”, que se centre en medir el impacto en los derechos humanos de aquello que consumimos. Un simple escaneo del código de barras de un producto podría darnos información sobre en qué condiciones fue fabricado. ¿Dónde está situada la fábrica? ¿Tiene un entorno seguro? ¿Obtuvieron los empleados una remuneración justa?

Podríamos ir incluso un paso más allá: ¿Tuvo un impacto en las comunidades locales donde se produjo? ¿Impulsó el producto el desarrollo del territorio? ¿O por el contrario favoreció desplazamientos indeseados o prácticas de explotación?

Implementar estas soluciones requiere del compromiso y colaboración entre gobiernos, empresas, organizaciones de derechos humanos y tecnólogos. También es fundamental establecer marcos éticos y regulaciones para garantizar que el uso de la IA en este contexto sea responsable y efectivo en la promoción de prácticas justas y sostenibles, como el mencionado Reglamento de la IA o la recientemente aprobada CS3D.

Pero la realidad es que las posibilidades son tan ilusionantes y esperanzadoras que merece la pena explorarlas con ambición. No nos olvidemos: las empresas no triunfan en sociedades que fracasan.

Senén Ferreiro, Socio y Presidente Ejecutivo de Valora Consultores

Fundador y Socio Director de VALORA Consultores. Especialista en el diseño y desarrollo de estrategias corporativas en sostenibilidad y en el desarrollo y financiación de programas de Transformación Sostenible del modelo de negocio. Con más de 23 años de experiencia en la integración de los criterios de sostenibilidad y ASG en los modelos de negocio, es uno de profesionales pioneros en España y Latam en la materia. Ha asesorado en sus estrategias de sostenibilidad y de financiación ESG a más de 300 multinacionales y grandes empresas familiares.